…y mejor, por qué no jugamos?*
(Hacia una
pedagogía artística infantil liberadora)
Segunda parte
En el primer artículo que
escribí sobre la pedagogía artística infantil, basado en mi propia experiencia
como maestro de artes plásticas de niños y jóvenes, hacía énfasis en cómo éstos
asumen sus procesos creativos de una manera más activa, desprendida y lúdica a
diferencia de los adultos, quienes asumimos dicha práctica de una manera más
pasiva y de un modo más serio. Mientras que para el niño los procesos creativos
son un juego, para el adulto se
convierten en un reto subjetivo y en casi
todos los casos, personal.
Jugar creativamente es
una experiencia liberadora en donde la imaginación asume un papel muy importante. También el
juego es una forma de conocimiento y comprensión del mundo: jugando nos acercamos a nuestro entorno, descubriendo sus múltiples realidades, sus relaciones y entrecruzamientos y a través del fenómeno
lúdico, tratamos de comprenderlas, establecerlas y muchas veces cambiarlas y
crear otras nuevas.
Cuando éramos niños y a pesar de la insistencia de
nuestros padres y maestros por inculcarnos las cosas más serias e importantes
del mundo y de su afán para hacer que aprendiéramos el orden, la obediencia y
que siguiéramos sus instrucciones, el
primer mundo que conocimos, el mundo de la infancia, lo comprendimos y lo
interiorizamos como un juego.
Entonces, ¿por qué no
jugamos los adultos? Existe en nosotros una división muy marcada desde la infancia, entre lo serio y lo
no serio y es al juego al que le colocamos la etiqueta de lo “no serio”. Vemos
al juego, la mayoría de las veces, como descanso, recreo, ocio alegre, como algo
no vital, una actividad periférica, no
central y que solo sucede de una manera ocasional y alternativa en franca contraposición
a “lo serio” como lo son: las funciones vitales centrales y serias de la vida: el
trabajo, las responsabilidades profesionales, familiares y sociales y la
madurez de nuestra consciencia. Los
adultos hemos relegado al juego a un simple suplemento, algo complementario, un
escape del mundo del trabajo y las responsabilidades, como una fuga hacia el
mundo de la fantasía, el sueño o la utopía.
Sin embargo el juego
ha sido, desde siempre, una de las experiencias más serias de la existencia humana.
El juego no es un fenómeno marginal de la vida, como si se tratase de una
actividad ajena a la vida misma. El juego es un fenómeno fundamental de la
existencia, tan original y autónomo como la muerte, el amor o el trabajo. Constituye
una de las maneras en cómo se conoce el
mundo y es también un modo de la libertad humana.
Y lo paradójico de
todo esto es ver ahora la gran proliferación de juguetes, juegos infantiles en
serie y en lo que se ha convertido la industria del ocio y el entretenimiento
que, junto con la publicidad y los medios de comunicación, se han transformado
en un gigantesco instrumento de control social, con múltiples dispositivos para
manipular, enajenar y administrar a su antojo la diversión de los niños,
jóvenes y adultos persiguiendo intereses económicos muy bien planeados y delimitados:
desde los juguetes aparentemente inofensivos para los más pequeños, pasando por
el fútbol y demás deportes mediatizados y masificados, hasta los más violentos y
escabrosos videojuegos en que están inmersos los jóvenes de las sociedades más
digitalizadas. Es paradójico también
ver, en la historia, la existencia de sociedades lúdicas que conocieron
y proyectaron el ocio creativo como fundamento
de su quehacer filosófico, como en el caso de la Grecia clásica o cuando erigieron
el juego al nivel de un ritual sagrado y piedra de fundación de sus propias cosmogonías,
como en el caso del juego de la pelota en
las culturas mesoamericanas y todo ello con mucho menos juguetes y
aparatos electrónicos y digitales como los que tenemos hoy. Todo esto es muy contradictorio ya que no por
el hecho de tener un mayor desarrollo de las tecnologías y las comunicaciones
como al que asistimos en nuestros días, hayamos llegado a una mejor comprensión
del fenómeno del juego, es decir, de lo que pueda llegar a significar el juego
para nuestra experiencia y existencia.
Todos los seres vivos
participamos del juego de la naturaleza, los animales también juegan, es parte
constitutiva de su impulso vital. La diferencia con el ser humano, es que éste
tiene la capacidad de darle un “sentido” al juego: puede significarlo y re-significarlo,
introducir reglas, modificarlo y simbolizarlo.
Por ello los niños,
cuando juegan creativamente en sus procesos de aprendizaje, lo hacen de manera activa, pues el juego
lleva implícita una acción, una voluntad, un impulso y esto hace que las clases
se conviertan en una experiencia muy significativa y vívida para ellos.
Es importante observar
además, el modo en cómo se construye el aprendizaje a través del juego creativo
en los niños ya que, al participar de una experiencia lúdica, la consciencia
reflexiva no entra en el juego pues la intensidad y el goce que se provoca hace
que los pensamientos lógicos y los procesos reflexivos queden a un lado: las reglas del juego ya están dadas y a los chicos solo les interesa sumergirse en su engranaje y disfrutar
de él, gozar de él y los resultados del mismo o lo que se reflexione sobre él, quedan
excluidos. No obstante, al jugar creativamente se aprende y se comprende, por
tanto, el juego emerge como un modo de conocimiento no a la manera de un sujeto
pensante, lógico, reflexivo y objetivo, sino a la manera de un sujeto lúdico
que aprehende y comprende el mundo de manera creativa e imaginativa.
De niños no
necesitábamos entender el mundo, nos bastaba tan solo jugar en él, no existían
los prejuicios y de esa manera lo comprendíamos, es decir, lo asumíamos de manera inocente. Caso
contrario ocurre con los adultos, quienes ya no sabemos jugar de forma ingenua,
la inocencia infantil ha quedado muy atrás y cuando abordamos el juego lo
hacemos de manera rutinaria y repetitiva, nos interesa aprender sus reglas,
determinar la técnica o estrategia específica para lograr el fin último: ganar
el juego. Ya habíamos anotado que para el niño el resultado final no adquiere mayor
importancia: para él, el juego mismo, por su propia autonomía, se constituye en el centro de su existencia. Si
hacemos la analogía de estas reflexiones
sobre el juego con la enseñanza del arte, queda claro porqué el mundo de los
niños y el de los adultos está tan distanciado: es la manera en cómo se asumen
los procesos creativos de aprendizaje y cómo
debemos dejar permear la educación artística por medio del juego
creativo y el goce en los procesos, antes que perseguir ese resultado final
predecible, serio, subjetivo y personal.
Por eso llamamos a esta experiencia pedagógica como “liberadora” porque
a través del juego creativo podemos
alcanzar esa libertad del espíritu o por lo menos, vivir ese instante y ese presente creativo, el que nos
proporciona el juego en un tiempo limitado, como una experiencia totalizadora
en plenitud y libertad.
Gerardo León Naranjo
* Al redactar estos artículos, me he esforzado en usar un lenguaje sencillo que sea accesible a
todos y, deliberadamente, he evitado citar directamente las fuentes
bibliográficas en las cuales me he basado, dentro de los mismos textos. No soy
escritor profesional y por ello pido una disculpa a aquellos que exigen con
rigor dicha metodología y también por las inconsistencias en el lenguaje usado
o de la redacción del mismo que llegaran a encontrar; mi trabajo en artes
plásticas ha estado más ligado a la acción y al manejo de materiales que al
pensamiento y la palabra, aunque no ha estado ajeno a la reflexión sobre las
propias experiencias vividas, en este caso, con los jóvenes estudiantes de
artes y por ello se me hizo necesario y creí pertinente, tratar de realizar
este ejercicio literario y que pudiera aclararme a mí mismo aquello que intuía
y vislumbraba en las actividades de enseñanza-aprendizaje con los chicos, pero no lograba esclarecer. No obstante, si alguien
está interesado en profundizar un poco más sobre este asunto de la pedagogía
artística infantil y el juego creativo como actividad liberadora, enumero los textos que he consultado e
investigado para el desarrollo de este tema:
1.
Morfín, María. “Participación infantil
y juvenil”. Conaculta, México, 2012
2.
Ríos Espinoza, María Cristina. El “juego del arte”
como liberación. En Konvergencias Literatura, Año III, N° 7, 2008. México
3.
Flink, Eugene. 1966. El Oasis de
la Felicidad. Pensamientos para una ontología del juego. Elsa
Cecilia Frost, Centro de Estudios Filosóficos, Cuaderno # 23, México, D.F.,
UNAM
4.
Gadamer, H.G. 1991. La actualidad de lo bello, Antonio Gomez Ramos, Barcelona, Paidós.
5.
Gadamer, H. G. 1996. Verdad y
método I, Ana Agud Aparicio y Rafael Agapito, Salamanca, Sígueme.
6.
Huizinga, Johan. Homo Ludens. Eugenio Imaz. Alianza editorial, Madrid, 2000
Nota: Las fotografías utilizadas aquí son parte del registro personal que realizo a los niños y jóvenes en las clases de artes plásticas en la Escuela de Iniciación Artística de Acapulco asociada al INBA en 2014
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