Exposición Individual "Anatomías del deseo"




Tres observaciones acerca del deseo de desear en
                                  Gerardo León Naranjo                        
Querido amigo Gerardo León, seré tan directo como el asunto lo permita.
He recibido tu mensaje pidiéndome que exponga por escrito algún comentario con mi opinión acerca de tu trabajo para una exposición. He obtenido una parte por escrito —el que tú llamas Proyecto— y otra parte en una serie de imágenes de diversa inspiración, dibujo y pintura.
Bien, esta carta que te mando tiene por horizonte el laberinto deseante que la vida nos impone sin dar razón, y todo es esperar, querer, aspirar.... Y en todo esto que extractaré llamándolo deseo, pones tu atención, dado que cada una de tus obras se da con un desear que la justifica. En primer lugar, está el cuerpo, esa màquina somática estructurada por tres factores principales: la mente (cerebro), el deseo (sexualidad) y el fuego activador (el corazón, bomba de la sangre).
¿Cuál de esos factores está en la cúspide? No hay necesidad de ir a buscar. Tan fuerte es el deseo que al límite se tiene a sí mismo por objeto. ¿A qué me refiero? Al DESEO DE DESEAR, ese dato sin el cual no hay vida. 
—1—
Una vez leído el texto y vista la colección de imágenes que me adelantas, no iré más lejos sin decir que en todo esto estás tú, me refiero a tu subjetividad, digamos un yo-mismo que a fin de cuentas sugiere una inquieta interioridad, la validez de una obra, una estructura mental oscilante. ¿Y qué artista válido no es como acabo de decir?
La efectividad, o el valor estético de una obra de arte, no la dice el galerista, el crítico o el «conocedor», llámale como quieras. El valor de una obra se conoce cuando al contemplarla nuestra sensibilidad interna vibra, y no es una vibración que podamos detener. La sensibilidad es autónoma, nadie puede activarla salvo mintiendo, ejerciendo la hipocresía. Hablaré de El grito, esa obra tuya de 2016. ¿Cuantos gritos no se han pintado a lo largo de la historia? No lo sabemos, aunque El grito de Edvard Munch (1893) sea el más conocido, con su depresión, su malestar. Y que esto no nos haga olvidar a Francis Bacon, con sus rostros de bocas abiertas en extremo. Porque la pintura de Bacon es un griterío de rostros desencajados que impone a otros pintores que le atraen y le inspiran, sea Velázquez o el Greco, sea quien sea, con lo cual invierte su referente inicial.


                                         
  “El grito” - Acrílico sobre tela –60 x 40 cm – 2016

Sabemos muy bien que cada artista se alimenta de otros artistas, que a su vez irán a él para aprovechar lo hecho y comer lo acabado. Un pintor se inspira en otros pintores, escritores en pintores, o escultores. Tú te inspiras en lo leído.
¿Habrá algún sujeto que apostado en lo alto de un pedestal pueda regir su vida seguro de sí, por muy religioso que sea y conocedor de la dirección que ha de seguir? Ninguno, eso le llevaría, como un dios, a la santa Razón, inexistente. Por tanto, què importa que el artista se inspire en otros artistas.
El arte empuja al arte, el arte se alimenta de arte. La creación, en un sentido estricto, no existe. Sólo existe la recreación, ese concepto en el que se aúna el deseo y cierta dosis de creación.
No hay un mundo, hacemos mundos, tú o yo, o aquel otro, siempre según quien sea, cuando sea y de acuerdo con las condiciones en las que viva.
 Cuando al artista en ciernes le dicen en la Escuela de Artes visuales que debe saber mirar, y mirar atentamente, para poder ver, ¿qué es lo que debe ver sino las formas que hay en su entorno de cada cosa, por no decir los límites de cada existente? Por eso Cézanne insistió tanto en las formas de la montaña Sainte Victoire sin darse por vencido hasta morir dejando una larga colección de intentos, una serie de montañas, siempre la misma montaña, diferente a sí misma. Sin acertar en ninguna de ellas, porque la auténtica, la verdadera, estaba en su mente. Lo importante es el empeño, no cejar, perseguir, querer, DESEAR.
—2—
Entonces no te parecerá extraño que ante la diversidad de tus imágenes, dibujos, pinturas, ensueños, y algunas de las observaciones que haces en tu Proyecto, yo no ponga el ojo en el punto de mira, como se suele hacer. Hago lo contrario: pongo el punto de mira en el mismo ojo, él es el objetivo. Hablas del ojo como si fuera un dispositivo, una máquina. Lo es, y mucho más que una máquina.
Miro tu propia obra atentamente. Contemplo Lágrimas de Eros, de 2018. Un pene en erección se introduce en el ojo derecho de una muchacha. Sí, en efecto, Ver-mirar-ver es un acto sexual. Repito, el ojo es el objetivo.


“Lágrimas de Eros” – Carboncillo sobre papel – 50 x 34 cm – 2018

Hablas del cuerpo como un objeto que nos pertenece, sin ser el centro mismo de nuestra identidad. «Nuestro cuerpo», dices; «mi cuerpo», decimos, como si en alguna parte hubiera un alguien ajeno a «su cuerpo», que lo tiene a su disposición, o en propiedad, siendo más o menos prescindible. Aunque en la Edad Media gesticular hablando era incorrecto como si la carne no tuviera empleo, hoy, cuando el sujeto habla, la oralidad tira de él. Porque la palabra mueve el cuerpo, activa el rostro, gesticula. En fin, le da gusto al cuerpo. Ni Santa Teresa de Ávila, con toda su espiritualidad, debía prescindir de su cuerpo. Tenía que sentirlo tanto que la exigencia del natural ser-cuerpo, se engañaba en sus escritos evitando decir lo que a su cuerpo no le podía dar. Hay que leerla atentamente: ella quería sin poder, a la vez que podía sin querer. Es la inútil paradoja de la castidad religiosa.
Eso es arte, Gerardo, como el tuyo no tan ajeno al de Teresa... Es como si en las tres mujeres rotas —que se me antojan rajadas de arriba abajo—, pintadas en 2017, quisieras darnos a la vista ese sentimiento de Teresa de Ávila mintiéndose a sí misma, evitando el peso del deseo. Es claro que el tuyo y ese otro arte «espiritual» de Teresa llevan caminos distintos, pero llevan al mismo sitio.
Cuando no es posible superar una cosa, un objeto, un obstáculo, y una fuerza nos empuja en una dirección que a pesar de mirar no habíamos visto, la imaginación interviene entre lo uno y lo otro. Sí, las Artes visuales exigen, necesariamente, una activación de la imaginación creadora que ponga entre el mirar y el ver.
"La mujer rota ” Acrílico e hilo rojo sobre papel – 20 x 27 cm – 2017
—3—
Gerardo, a la vista de algunas de tus obras, no he podido evitar el recuerdo. Hace muchos años, después de leer la Histoire l'oeil (Historia del ojo), de Georges Bataille, hice la traducción, que ya no recuerdo si fue a mi auténtica lengua, el catalán, o a la otra castellana, impuesta por la dictadura militar. ¿Qué se perseguía? Que la gente acabara ignorando su propia identidad. Hoy ya no sé cómo ni dónde, pero la traducción se perdió, como tantas otras cosas. Vivir es coger con una mano, como quien cosecha, mientras con la otra pierde con el tiempo lo que había cosechado.
Pero al ver tus imágenes, me ha venido a la memoria esta novela corta de Georges Bataille con la chica deseante de nombre Simone, cuyo empuje sexual le hacía inventar métodos suavizadores para el deseo. Uno de ellos consistía en romper huevos con el culo entre las nalgas al tiempo que el muchacho acompañante, que se masturbaba, le eyaculaba en la cara. ¿Acaso no es eso más inocente y natural que imponer a miles, o millones de individuos un idioma que no es el suyo esforzándose para que olviden el suyo?
Acabo de decirlo, robar la identidad a un sujeto o a todo un pueblo es obtener la esclavitud. ¿Que objetivo tiene la religión católica con la hipócrita castidad? Será para ignorar el cuerpo, la carne, la  sangre, la VIDA, en fin. El bueno e inocente Marsilio Ficino que en el siglo XV tanto trabajó leyendo, traduciendo, escribiendo..., llamaba imbécil al cuerpo, como si él hubiese sido —¿quién sabe?— una nubecilla en el cielo. La religión católica rechaza la vida, desea la muerte. ¿Será una infamia El plato está servido, de 2019, la chica con las piernas abiertas —recordemos L'origine du monde de Courbet— , mostrando la entrada vaginal en tu obra? En una escena de Bataille tenemos esa ventana vaginal en la que asoma un ojo humano, el mismo que acaban de arrancar al cura de la sacristía de una iglesia sevillana. Hipocresía, castigo para el cura mentiroso.

“El plato está servido” – Carboncillo sobre papel– 102 x 76 cm – 2019



“Golosina caníbal” – Carboncillo sobre papel – 73 x 76 cm – 2019

¿No está tu obra Golosina canibal, de 2019, en este ámbito sexual, cercano al ojo del cura sevillano en la vulva de Simone? ¿Y aquellas tres mujeres rotas, precedidas por el inquietante Entre el cuerpo y la carne (2016) con un par de pequeños cerdos paseándose por el cuerpo? ¿Por qué esos cerditos andan por el cuerpo desnudo de una mujer cuya mirada nos habla de una conciencia clara? Tal vez nos dé a la vista lo que en el lenguaje religioso la materia corporal es pecaminosa, la carne asquerosa, en definitiva: el cuerpo puerco.



“Entre el cuerpo y la carne” Acrílico y tinta al alcohol sobre madera– 61 x 65 cm – 2016


“El Traje” Acrílico e hilo rojo sobre tela– 12 x 15 cm – 2017

Y luego El traje, de 2017, ¿es el vestido-máscara de un cuerpo femenino abierto de arriba abajo por delante con costuras para evitar que se abra y nos diga que detrás de la máscara no había nada?
¿Empieza o acaba aquí la anatomía?

PERE SALABERT
Profesor Emérito
Universitat de Barcelona
28 de mayo, 2019

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