Anatomías del
deseo
El ojo, el erotismo y
las conexiones contemporáneas
“La
vida humana está harta
de servir de cabeza y de razón al universo.
En la
medida en que se convierte en esa cabeza y en esa razón,
en la
medida en que se convierte necesaria para el universo,
acepta
una servidumbre.”
Georges
Bataille
La
historia de la visión, la del ojo, es la historia del “ver”. La cosmovisión que
forja el ser humano, dotado de conciencia, ha sido determinante en la conformación
de todas las civilizaciones y formas de pensamiento que han existido y existen
actualmente.
El
cómo “vemos” determina nuestra manera de pensar y actuar en el mundo y a la
vez, en esa pluralidad de maneras de “ver” y entender el mundo, se complejizan
las estructuras del pensamiento humano.
Cada
una de las diferentes culturas que han surgido a través del tiempo, han tenido
una forma particular de interpretar y dar sentido al entorno en el que se
desarrollan. Han evolucionado de acuerdo a múltiples factores: geográficos, sociales,
económicos, filosóficos, científicos y religiosos, generando particulares
formas de expresión que se manifiestan a través de sus modos de vida, sus
tradiciones, sus costumbres y sus prácticas artísticas, creando con esto
correspondencias y afinidades entre ellas, pero también marcadas y abruptas diferencias.
La
identidad, idiosincrasia, filiación u homogeneidad en los núcleos sociales, son
determinadas por sus particulares formas de ver el mundo y esto mismo influye
en las maneras en que los grupos humanos se interrelacionan entre sí, ya sea
para comunicarse, complementarse,
conquistarse, aislarse o destruirse.
Ahora
bien, en nuestro imaginario visual contemporáneo ocurre un novedoso fenómeno ya
que estamos siendo mediatizados por sistemas electrónicos como el internet y la
realidad virtual los cuales crean vínculos tecnológicos y la mayoría de las
veces ocasionan el distanciamiento del cuerpo como realidad física y esto ha
generado otras formas de interrelacionarnos y comunicarnos con los otros.
El
cuerpo, la carne misma, pierde fuerza y el contacto físico empieza a dejar de
ser necesario. Ocurre entonces que la
pulsión, el instinto, el erotismo y las relaciones cuerpo a cuerpo empiezan a
sufrir cambios que se exteriorizan, por un lado, en una ansiedad desesperada
por el contacto físico con el otro, muchas veces de manera perversa y por otro
lado, en una pasividad exacerbada, donde se privilegia más al pensamiento y a
las imágenes (virtuales) que a la misma pulsión corporal, generándose
paulatinamente el abandono del cuerpo.
Las
actuales tecnologías de la comunicación juegan un inusitado papel al liberarnos
y atarnos al mismo tiempo. De repente, todos estamos interconectados con las nuevas
fuentes y mecanismos de información a través de diversos dispositivos que nos convierten
a nosotros mismos en puntos de convergencia, en el centro mismo de las
narrativas mediáticas y desde ahí nuestras mentes, no nuestros cuerpos, son las que establecen
las conexiones en donde se organiza, se selecciona y se procesa la cultura.
Podríamos
afirmar entonces que una nueva manera de existir se manifiesta. Nuestro paisaje
subjetivo se redefine, se re-contextualizan los géneros, se perfilan nuevos
lenguajes y aparecen nuevas estructuras semióticas. Esto da pie a cambios
profundos en nuestros sistemas de valores, a la conformación de otras maneras de
“ver” el mundo: ya no desde las sensaciones corporales, sino a partir de la exaltación
de los pensamientos, creando otras realidades, trayendo nuevos
significados, nuevas cosmovisiones,
producto de esta interconexión vertiginosa.
"La penetración de la mirada 2"
Carboncillo sobre papel
93 x 76 cm
2018
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